Los vecinos del Camino Santo Dios llevamos unas semanas padeciendo la ejecución de una obra pública para la mejora, que todos deseamos, del abastecimiento de agua de toda la localidad. La oportunidad de dicha ejecución en pleno otoño, con el riesgo a que empiecen las lluvias, en un camino que se anegó el invierno pasado, como bien recordará la señora alcaldesa, con la ausencia absoluta de alcantarillado en una zona que ya es urbana, nos hace temblar de miedo. El arenal, el polverío que se forman con el paso de vehículos, el rodeo de diez minutos para ir a cualquier parte, hacen que este camino parezca tercermundista. Nos preguntamos ¿por qué no se asfaltan dos casi tres kilómetros que ya están entubados?, ¿por qué tenemos que padecer una insalubridad pulmonar para pasear por nuestra calle?, ¿habrá que esperar a que esto sea un lodazal? Un amigo me decía el otro día que las obras públicas de Sanlúcar no se hacían inteligentemente porque eso era suponer que había inteligencia en la Gerencia de Urbanismo. Igualmente los vecinos y moradores de la Dehesilla, se preguntan por qué diablos no se llevan las vallas que rodean el Mercado Periódico de los gitanos cuando, a ojos vista de todos, las obras ya están terminadas. Se postergan las obras para ponerse medallitas a seis meses de las elecciones municipales.
Los políticos que miran más por su popularidad que por sus vecinos acaban en el Wax Museum, como títeres acartonados que no supieron dar respuesta a las necesidades de su ciudad y no fueron diligentes en cosas que clamorosamente urgen para la salud física y mental de los vecinos de los citados barrios. Así rogamos a la Virgen del Garden que no llueva sobre mojado, que con el agua hasta el cuello ya pasamos ochenta días el invierno pasado. ¿Alcantarillado de pluviales? ¡Qué guasa!