domingo, 13 de agosto de 2017

Herejes y buscavidas en el siglo XVII

Capítulo XVI, II Parte de El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Conocido como el episodio del caballero del verde Gabán, en este capítulo Cervantes se cruza con un personaje que no le va a ofrecer ningún tipo de resistencia o conflicto sino que va a caminar junto a él en una grata conversación sobre el modelo de vida del caballero cristiano, que la crítica más avezada atribuye al prototipo de caballero propuesto por Erasmo de Rotterdam, en su Enchiridion. Además de acercarnos nuestro autor al ideal humanista del ciudadano de clase media acomodada que se recrea en sus volúmenes para acrecentar su conocimiento como un fin en sí mismo, el personaje retrata ese nuevo casticismo o clase social que constituían los judíos conversos, en definición de Américo Castro. Esos cristianos no ya tan nuevos en el siglo XVII, se habían integrado en las estructuras sociales y económicas de la España barroca e iban a ser parte de la solución a aquel modelo obsoleto de la sociedad teocéntrica que prodigaban las mangas verdes. Con una teología heterodoxa y un modelo de conducta alejada de la tradición cristiana y por ello mismo practicada en privado, prodigan la austeridad y el estudio como un camino de perfección individual. Sin llamar la atención ni levantar suspicacia alguna, los eruditos autores y pensadores tenían que limar su discurso sin caer en la posible herejía, evitando así las llamas de la Santurrona Inquisición, para poder vivir integrados en una sociedad terriblemente sectorizada. Ese es el caso de nuestro autor.                                                                          Texto: José Antonio Segura

En estas razones estaban, cuando los alcanzó un hombre que detrás dellos por el mismo camino venía sobre una muy hermosa yegua tordilla, vestido un gabán de paño fino verde, jironado de terciopelo leonado, con una montera del mismo terciopelo; el aderezo de la yegua era de campo y de la jineta, asimismo de morado y verde; traía un alfanje morisco pendiente de un ancho tahalí de verde y oro, y los borceguíes eran de la labor del tahalí; las espuelas no eran doradas, sino dadas con un barniz verde, tan tersas y bruñidas, que, por hacer labor con todo el vestido, parecían mejor que si fuera de oro puro. Cuando llegó a ellos el caminante los saludó cortésmente, y, picando a la yegua, se pasaba de largo, pero don Quijote le dijo:
—Señor galán, si es que vuestra merced lleva el camino que nosotros y no importa el darse priesa, merced recibiría en que nos fuésemos juntos.



domingo, 6 de agosto de 2017

Ahí viene la sierpe

Estaba allí. La serpiente. Mi perro le ladraba y ella sinuosa se reía de la mirada hueca de todos. Lo más cerca de la muerte que habíamos estado todos. Arrastraba el alma de mi perrita Lula, alma de luz, alma apagada hacía solo unos días. En la única pesadilla, reiterada como un castigo del que nadie tenía culpa, la perra me llamaba, pero yo no podía hacer nada por tocar sus patas que se alejaban en un pozo sordo e infame. Matar a ese sórdido ser sin extremidades que rastreaba nuestra siniestra intimidad familiar. Un árbol hacía de cueva del averno por el que teníamos que pasar bajo aquella serpiente sí o sí para salir de casa, encima. Inclinar las rodillas ante un ser que había robado la luz  de mi casa. Pero ante la advertencia de nuestro amigo agente biólogo de no considerar el hecho como una amenaza sino cono una buena nueva que arrastra lo necesario al terreno del ya no hay más, dejamos correr aquel sistema gástrico, sin extremidades y de lengua viperina, como tao, karma, destino, por no interrumpir lo escrito antes de que hubiésemos nacido todos, mi perro, mi mujer y yo.

A veces sueño que me ve y me dice todavía no es tu hora, duerne.


Lula, la diosa de los perros.

jueves, 3 de agosto de 2017

    En la fotografía el maestro Leo Bassi

Qué bonita es la censura
Siempre me ha tocado vivir dentro de los indices expurgatorios. Es una condena bíblica a mi punto de vista, siempre censurado o cercenado por las prístinas manos de los representantes del santo oficio. A mí personalmente no me molesta el ejercicio de la libertad de culto de todas las personas libres de nuestro entorno inmediato: el rocío, la semana santa, los centenares de procesiones que recorren esta ciudad en la que he elegido vivir y en la que he tenido la suerte de formar una familia. El paso de la riada de peregrinos camino de Almonte, nunca nos ha molestado, a pesar de sufir cortes de tráfico, avenidas cegadas, tractoristas borrachos escoltados por la guardia civil... Casi  nunca me entrometo en los oficios públicos de la santa hermandad, con sus liturgias catecuménicas -navidad, romerías, santerías, besamanos, lavapiés, y etc-. No me llevo las manos a la cabeza por los 11.000 millones de euros de presupuesto anual que percibe la institución cristiana, el ático del señor Rouco, excención tributaria incluida, a pesar del desempleo del 47% en la provincia más castigada por la crisis de toda Europa. Francamente he aprendido a ignorar estos mínimos detalles para vivir cómodo con mi conciencia. Las prebendas obtenidas por la iglesia de este país a lo largo de la historia reciente -dictadura, transición y bipartidismo pp-psoe, sustentan el actual estatus de superpotencia económica y moralista de la santurrona institución.
Dicho esto ¿qué pensar de los medios sanluqueños que castran la opinión de la disidencia porque la iglesia no se toca? Es nueva la máscara del viejo y casposo noticiario. Dentro de la llamada postura apolítica que algunos apadrinan se esconden visionarios de la fe catetorra y lasciva que ve bien a un menor en volandas junto a una virgen rodeado de salvajes talibanes cristianos, y luego se asustan de que dos chicas se besen en la calle. Lo mejor que puedo decir de la ancianísima tradición rociera es que cuando los rocieros migran a Almonte, Sanlúcar es un remanso de tranquilidad, una ciudad perfecta para convivir, pasear y disfrutar de todos sus encantos naturales.
Ojalá el rocío durase seis meses.