viernes, 17 de junio de 2011

De la imprenta a la tableta

Sobre la novela alguien dijo ser un género nacido al calor de la burguesía en los albores del Barroco, burguesía que acaparaba los medios de producción, los medios de comunicación y sobre todo distanciada por fin del pago en especias a la santurrona y casposa iglesia católica. Algo de cierto hay en esa afirmación de un tal erudito Sr. X. Pero lo que nadie ha reseñado hasta la fecha es la endogamia o autoveneración de esa clase consigo misma, en la construcción de una literatura complaciente y rendida al servicio, también hoy día, de sus propios gustos y preferencias –ideológicas, deontológicas y económicas-. Si alguien lo duda bástele con asomarse a los estantes de novedades en narrativa o paséese por cualquiera de las ferias del libro en el que la industria agasaja los gustos e inclinaciones y modas de los “aco-modados” y los de siempre.
En cambio la literatura que nace al margen del Capitán Alatriste y sus devotos, más alla del grupo RISA, muere de inercia si es que llega a nacer algún día. Sobre gustos y tendencias no hay nada dicho, aunque sí mucho escrito, pero los dictados del mercado se están viendo malogrados merced a la independencia y fuerza de la web. Ahora se plantea una nueva generación de textos digitalizados, sobre los que ejercer el derecho de autoría de modo que nadie pierda dinero, de modo que se beneficie la misma clase de siempre, los mismos grupos de siempre y en el que el lector pueda medirse por la cantidad de dinero que invierte en descargar de internet un texto de moda.
Lo mejor de este embrollo editorial que ha nacido con la red es que el grande y el chico tienen las mismas posibilidades de promoción, por mucho que los magnates de la palabra en español quieran seguir recaudando fondos para su autoestima intelectual y su bolsillo. El paso del papel al disco duro o la tableta sigue siendo un recurso recaudatorio, pero en el cíber o en el locutorio, tomando un té al jazmín y en un entorno de los más internacional, la literatura es gratis, y el arte también lo es porque los contenidos se pagan a sesenta céntimos la hora y la red no tiene dueño. Salud y república.