sábado, 28 de mayo de 2011

No tengo la grincar, pinches pendejos








































Yo no nací llorando. Nací con hambre. Los hijos de los esclavos no lloran para ahorrar energía. El día es muy largo y hacen cuarenta a la sombra. No se puede perder agua en asuntos vacuos. Mayores dolores vienen cada día cuando es tu madre quien no bebe ni come y a pesar de la inercia de la muerte, no cae enferma y te amamanta con sangre esclava. El supermercado más cercano está en otro continente. Aquí solo nos suministramos de arena y moscas. Una vez nos quiso matar, la mosca. Pero mi madre es severa en advertir: de la picadura, la muerta, la serpiente, la mosca. Es de noche y todo sigue peor, in crescendo, la sed sin medida y el corazón de esclavo que no quiere morirse ni dormir. En el cielo brillan lejanas luces, parpadean evidenciando que dios duerme de espaldas a esta miseria o que ha muerto en la pudredumbre de su ignominia egoísta. Si bajase hasta el suelo tendríamos comida para varios días. Que se cuide.