sábado, 20 de junio de 2009

Día mundial del refugiado






Vivimos entre recuerdos de Atapuerca, canibalismo y centrales nucleares. Somos la especie con el mayor desarrollo intelectual, con la industria más desarrollada y contaminante y con las costumbres más cavernícolas del planeta. Para poder presumir de vehículo en el primer mundo, un centenar de personas tiene que morir de hambruna en algún campo de refugiados, o tienen que sufrir dictaduras descaradas o encubiertas. Como hizo la petrolera Shell al pagar el ahorcamiento en el delta del Níger de activistas contra la contaminación, y que ahora se ha visto obligada a indemnizar con quince millones de euros a los familiares de los ahorcados. El primer mundo con sus ciudades doradas, sus bancos crediticios, sus prisiones de oro, sus boulevares de ensueño, y sus inmigrantes denigrados, la sangre de África, Asia o América del Sur, convertidas en los dígitos, de las cuentas corrientes de los familias angloholandesas de la Shell, la BP, Repsol, y todas las demás. La población africaner -o negrara- de Sudáfrica con sus grandes mansiones y sus núcleos de población cuartomundistas. La Copa Federaciones en un país que no respeta los derechos fundamentales adonde la "roja" ha ido a demostrar cómo juega al fútbol una civilización superior que arroja dardos envenedados a los toros en las fiestas cavernícolas y tercermundistas... Y todo el odio, todo el miedo primitivo, toda la angustia posconsumista la lanzamos contra el inmigrante, el refugiado, el pobre, el negro, el musulmán o contra cualquier individuo que amenace nuestro jardín podado y vídeovigilado. Qué pobreza más grande, la de los países ricos. Qué vergüenza más grande, qué patetismo.