viernes, 19 de febrero de 2010

Un mundo para Okada



En todo libro hay un cuarto oscuro. Al principio llamamos a la puerta, leemos el título que dice Gran obra el pensamiento etrusco. Y creemos que dentro hay gente, personas, máscaras y pasamos la portada pensando que hemos entrado en una habitación. A oscuras, en la penumbra que propicia la ausencia total de ventanas y rendijas, tenemos que ir encendiendo personajes, luces, ideas de la cosa y, sin querer, estamos imaginando, fabulando sobre lo que no hay, sobre esas letras etruscas que leídas una tras otra hacen palabras, que pensadas en voz baja hacen frases y abstraídas ideas y texto ridículo, o novella al estilo compadre, motivo por el cual no todos llegan a la categoría de best seller, aunque sí a la de libro con grapas. Ediciones amigas, autoediciones. Pero el orgullo obrero del letrista de carnaval o del guionista de TV, están por encima del dolor de la ignorancia del gran público, ese gran prostituto de la flojera intelectual, que pretende que el wifi o el espíritu santo le transfiera la gran sabiduría de aquellos libros griegos pasados por Etruria al alfabeto latino. O las porciones fileteadas del Quijote de Okada, el Quijote en Japonés con pictogramas de kung fú.


Kiwi en la TV


Un matrimonio aplaude a Kiwi, la gran surfera neozelandesa. Son dos en pareja. Par doble de un medio. Dos. Multiplicados por la presión fiscal, unocomadós. A los que amortizando el doscomadós porciento de interés inverso, queda uno. Iba uno por la Gran Vía y cayó en la boca del metro
Sevilla. Nemo. Cero personas. Nadie. Iba nadie por la calle y se encontró con alguien. Y ese alguien que conmina a su espíritu a multiplicarse se bifurca moralmente en cuerpo y alma. Dúo. Dos. Cuerpo y espíritu se toman unas cañas en la esquina de Cervantes con Garcilaso. A la salud de Kiwi esa gitana pelirroja maorí que se desliza por la pantalla de plasma poniendo en riesgo la integridad de los moradores del bar con su tabla de snow board.

Cigarrillos ingleses

Cuando el combustible echa fuego es porque arde. Y la luz y los elementos se encienden. Se hace la luz del día.
El sol joven y fuerte, como dijeran la Lole y el Manué. En una peli de Tarantino, las agujas del reló van patrá porque están siendo reflejadas en un espejo. Las horas pasan lentas a la espera del juez, porque trae el veredicto en un perfecto inglés. Los narcos llanitos, gibraltareños, circulan por las rotondas en sentido inverso a las agujas del reló porque en su país las motocicletas llevan el manillar a la derecha. El Big Ben de Algeciras son las altas torres de Hércules pero sin reló, se le ha quemado la maquinaria y echa fuego o jumo. Jumera garantizada a los viandantes.


Disfrutando del dolor ajeno

Como soy egoísta ni te miro ni te ayudo ni te presto mi hombro para que plañas. Pero como mi cultura y mi pueblo llevan prodigando tantísimos y antropológicos milenios la caridad hipócrita, seré amable y tangible a tu necesidad perentoria de que sea tu vecino. Y te quiero y te ayudo. En el monte Wu hay un monje que se acostó sobre un lecho de flores y se convirtió en flores, fruto, cómo no, del mimetismo taoísta.




No hay comentarios: