Nunca he disfrutado tanto de un descubrimiento musical como aquel año de Días y flores de Silvio, o como aquel de Paco Ibáñez cantando a Brassens. Pero es fácil entender la conmoción de aquellas novedosas músicas y de aquellas letras en la avidez de los quince años. Ya hace unos lustros que no encontraba algo que realmente me dejara tumbado, salvando a Kevin Johansen y Drexler o a Atahualpa, y milagrosamente en la emisión de El Gran quilombo, escucho por obra de la casualidad a Franny Glass. Hacía tanto tiempo que no llegaba a mis oídos algo tan extremadamente sencillo y prodigioso. Una corriente de arpegios y letras susurradas con un estilo entre budista y subtropical. Soñando sus letras me paso el día y encuentro el mundo algo más habitable. Gracias Franny, suerte y que se llene el calendario de conciertos. Suerte y República.
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