Cincuentenario de la muerte de Albert Camus
Todo empieza como un error o un lapsus linguae, el compromiso de lo existencial o el aquínopasanada mirando un mazo de cables: tu miras el tendido telefónico en esa ciudad costera en la que nunca pasa nada hasta que llegan los turistas. No pasa nada. Nada ocurre. Pero dentro de ese cable corren como polvorilla las conversaciones proscritas, las lamentables peticiones de disculpa amorosa de los amantes arrepentidos en pleno fulgor de la resaca, deverdadquetequiero, las cartas con retraso de hipotecas momificadas por el definitivo abandono, que te quise a lo mejor o te querré de verdad, cuando llegue la ocasión, pero qué ilusos los interlocutores, los ponentes, los videoconferenciantes, el sistema Braille, las telecomunicaciones inalámbricas y hasta el contacto de la piel, todo es un error con cigarrillo, bajo la lluvia de París y entre la bruma de la niebla de los trenes de la Gare du Nord, porque de tanta y tanta guerra, ya los ojos cansados, el extraño, fuma mirando sin observar, pensando sin dilucidar, agotado de buscar la Luna que se escapa de la mano de Calígula, la cuenta de ratas y garbanzos nazis, reproche de intelectuales, bisexuales intelectuales pijos de la Sorbona, sorbida en un sorbete de Montparnasse, intelectuales de latex que se comían el LSD con caviar y Champagne de clase media francesa o con adoquines del mayo argelino del 68, mientras charles de Gaulle, repartía desfiles antes de abandonar las colonias de Indochina y Simone de Beauvoir y su Amante Sartre se repartían las braguitas de las estudiantes de la Sorbona, comiendo trufas en las barriguitas de jovencitas hippies que proclamaban el amor libre y el libre consumismo. Fdo.: Jose Antonio Segura Velasco.
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