domingo, 21 de noviembre de 2010

Escuelas TIC dos punto mierda


La última tecnología en recursos docentes está aterrizando en los centros educativos sostenidos con fondos públicos. Las famosas pizarras digitales. A mí no es que me abrumen la tecnología punta, ni los punteros láser, ni los ordeñadores portátiles, lo que no sé es para qué diablos se gasta la Junta de Andazulía estos urdoles tan necesarios en la salida de una crisis, en unos artilugios que a los días de su instalación van a estar reventados por el uso vandálico que domina en la Enseñanza Pública. Si durante mi jornada me dedico a impedir una media cinco peleas entre jovencitos, a defender mi salud mental de los insultos, desprecios, empujones, griteríos, abusos machistas y violencia ambiental, a pesar de que los pasillos están videovigilados, de qué diablos me sirve una pantalla digital. Y más ahora que nos han recortado el sueldo, y que nos hacen compartir un Portátil entre cuatro profesores. Este oficio se está convirtiendo en una auténtica mierda, como reconoce las agencias de salud, según las cuales un porcentaje altísimo de los docentes tenemos que ir al trabajo sedados por miorelax, para poder soportar el estrés tremebundo que generan los pasillos de los institutos de secundaria. Ahora además algunos eruditos de la administración están elaborando estrategias para pagarnos la productividad. ¿Cómo se mide la productividad en un medio laboral que da asco por la violencia que se respira en las aulas? ¿Haciéndonos asistir a unos cursos vespertinos para justificar nuestro salario? Cuando en realidad, dentro de poco nos van a tener que asistir psiquiatras y no psicólogos, y contratar seguridad privada para garantizar la seguridad de las pizarras digitales, que la nuestra, nuestra seguridad, la garantiza Santa Rita. Mientras me preparo otras oposiciones para irme de la enseñanza, le pediría a estos gurús de la tecnología que se metan las pizarras digitales en las concavidades rectales y que nos manden más personal para bajar la ratio, para garantizar el derecho a ser iguales de nuestros alumnos y alumnas, y así intentar al menos convencer a estos chavalitos que con la violencia no se va a ninguna parte. He dicho. José Antonio Segura Velasco

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