domingo, 31 de julio de 2011

Heracles, el yonqui




















Es por eso que: la causa, el efecto metonímico de la relación directa, yo tengo la culpa de la caída de la bolsa, del error de esta ruptura, de las vacaciones forzosas de los funcionarios del hambre -como dijera Maiakosky-. ¡Si don Vladimiro levantara la cabeza...! Para ver lo mismo, la causa de todas las crisis, el fin eruptivo de todas las manifestaciones, la médula de religiones en todos los manicomios, hambrientos de locos de verdad y no de impostores de la renta variable: veletas del dinero público, herrumbre en las cartillas de ahorro de los insolventes, como borreguitos dipsomaníacos en un desierto sin flores. Por eso, Dios mío, ¡Oh, Euristeo, cruento inservible servidor del vacuo Olimpo de dioses, mercantiles de la fe-moneda!, ¡oh Nemea, de los dorados leones, oh, cariñosa Hidra de Lerna, dolor de cabeza de Heracles, el drogadicto que en pleno síndrome de abstinencia, degolló o envenenó o amortajó en vida a su mujer y sus hijos por una desavenencia pedagógica... y después, arrepentido vino a buscar el cariño de la madre... Miserables manos que arrancaron la vida de sapos y culebras. 

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